28/01/2010 - Francisco García / El Progreso (Cervantes)
El Club Ancares, que preside Alfredo Sánchez Carro, está recabando información y objetos para crear, a medio o largo plazo, un museo de la historia de la sierra.
Este miércoles, representantes de la entidad celebraron en el aula de la naturaleza Picos dos Ancares una jornada centrada en el pasado de los bosques y en la historia de la explotación forestal. Al acto asistió una decena de vecinos de la zona que aportaron datos relevantes, muchos de ellos transmitidos de generación en generación.
Especialmente interesante fue el testimonio de Fino Digón García, de 90 años y propietario de montes de la zona. Estaba prevista su asistencia al acto, pero Digón se encontraba este miércoles en Madrid por motivos médicos. En cualquier caso, un familiar fue el encargado de transmitir a los presentes toda la información que tiene.
Según el relato de este vecino, el aprovechamiento industrial de los bosques de Os Ancares se inició en 1900, a través de una sociedad maderera financiada por la Banca Riestra, de Pontevedra, que mantuvo su actividad en la zona hasta el año 1925, cuando quiebra la entidad crediticia.
A principios del pasado siglo, en una época de grandes inventos, la empresa, que obtuvo los permisos de los vecinos para la tala de árboles, instaló en Os Ancares la infraestructura necesaria para transportar los árboles, una vez talados, hasta el punto más cercano por el que pasaba el tren, Villafranca del Bierzo.
Explotación Maderera de Ancares, como se llamaba la sociedad, comenzó construyendo una estrecha pista forestal desde el castillo de Doiras hasta el lugar de Os Cabaniños, que posteriormente se convertiría en la sede de la empresa. Al mismo tiempo, se construía la carretera hasta Ambasmestas, en la provincia de León. De esta forma, se transportaban los troncos hasta O Portelo, donde se almacenaban y, posteriormente, eran cargados en camiones que los llevaban a Villafranca del Bierzo.
Otra de las innovaciones que introdujo la empresa forestal fue un teleférico que comunicaba Os Cabaniños con O Portelo. Se sustentaba sobre unas torretas o caballetes intermedios o de engrase, como eran llamados, que se elevaban en los lugares de Buixicido, Fieiro (en las inmediaciones del refugio de Madarro), Alto do Sollo, Pando y Aucella. La energía que movía el cable, como lo llamaban los vecinos, y los aserraderos procedía de una gran caldera a vapor fabricada en Vigo. Ésta fue transportada en camión hasta Doiras y desde allí a Os Cabaniños, donde se instaló. Fue llevada a través de una pista construida por veinte parejas de bueyes que hacían un recorrido de diez metros cada día, debido a lo sinuoso del camino. "Era todo un espectáculo ver el original medio de transporte que tenía que ser auxiliado en las curvas por palancas movidas a mano por expertos operarios", recuerda Digón en el escrito que este miércoles fue leído por un familiar.
El teleférico recorría una distancia de ocho kilómetros y era en aquel momento el más largo de Europa dedicado al transporte de madera.
También se instalaron raíles entre Os Cabaniños y Os Vales. Por ellos circulaban las vagonetas que transportaban los troncos de madera empujadas por muchos de los trescientos vecinos que trabajaron para la empresa forestal en aquella época.
Hasta las vagonetas, los troncos llegaban despeñados por el monte o transportados por mulas por auténticos caminos de cabras.
Os Cabaniños
El lugar de Os Cabaniños era el punto neurálgico de toda la infraestructura que se había creado para la explotación forestal de Os Ancares.
Allí se instalaron las oficinas de la empresa, así como los barracones de madera para los obreros y las viviendas de ladrillo para los directores y capataces. También había un economato que dirigió Manuel Cedrón, que años después sería alcalde de Cervantes.
Esta pequeña ciudad se completaba con un horno en el que diariamente se cocía pan. Además, el pescado fresco llegaba todos los días desde A Coruña por tren hasta Villafranca, desde donde los camiones lo llevaban a O Portelo y desde allí por teleférico a Os Cabaniños. "También llegaba periódicamente buen vino de Rioja y coñac francés", recuerda Fino Digón.
0 comentarios realizados :
Publicar un comentario