EDUARD Plana*
Cuando era más joven, desconocía que la desforestación en la Amazonia estaba más relacionada con el hecho de comerse una hamburguesa (los bosques se talan para hacer pastos) que con comprarse un mueble de caoba (que también, pero menos). En realidad, la desforestación es la expresión de un conjunto de problemas entrelazados que van más allá de la gestión forestal insostenible. Con los incendios sucede algo parecido, y es, en palabras del ecólogo Ramon Folch, «un territorio desestructurado el que se derrumba paisajísticamente y se quema». De todo ello no se habla en absoluto. Es una oportunidad perdida. Sin embargo, la complejidad del fenómeno de los incendios forestales queda manifiesta no solo en su vertiente técnica, sino también en la social, política e incluso periodística.
Difícilmente se criticará al operativo de rescate de las víctimas del terremoto de Haití si tras una réplica impredecible algún bombero queda atrapado entre los escombros. Pues algo similar sucedió, desgraciadamente, en el incendio de Horta de Sant Joan. Sin embargo, está solo en manos de los expertos y profesionales hacer la valoración pertinente.
Quienes hemos estado ante un fuego de alta intensidad (porque no todos los incendios queman de la misma forma ni tienen efectos negativos para el ecosistema) sabemos reconocer la dificultad de gestionar una emergencia de este tipo. Dedicar la atención a partes aisladas de un engranaje donde todo está relacionado no solo nos llevará a una diagnosis equivocada, sino también a generar confusión social. En cambio, ante columnas de fuego de decenas de metros o velocidades de propagación superiores a lo que tardaríamos andando es fàcil que se intuya que la capacidad de extinción tiene un límite.
Por tanto, sin modificar la vulnerabilidad del territorio (la posibilidad de que los incendios se conviertan en grandes y de alta intensidad), este límite tecnológico representa el nivel de riesgo que el ciudadano debe asumir. Lo que toca es preguntarnos si ese nivel es aceptable desde un punto de vista social, económico y ecológico. Y humano.
Los sociólogos nos avisan de que la imagen que los ciudadanos tendremos de los incendios dependerá especialmente de las informaciones con las que los medios de comunicación los presentan. Las encuestas nos muestran que se desconocen las causas de fondo de los grandes incendios forestales y que están relacionadas con el abandono de la gestión ganadera, agrícola y forestal, cuando deja de ser rentable, y con el incremento del combustible vegetal. También dicen que los incendios forestales son el principal problema ambiental percibido por la sociedad. En medio de esta elevada preocupación social y el desconocimiento de las dinámicas en el territorio que se relacionan con los incendios, es esencial no instrumentalizar la información, lo que dificulta el debate pausado, nos distrae de las cuestiones de fondo y enrarece el ambiente con tópicos, como la falta de coordinación, a menudo superados. Hay que apelar a un tratamiento informativo responsable, independiente del clima político propio de un periodo preelectoral. Especialmente ante la tragedia humana de este incendio, y por respeto a los compañeros que perdieron la vida y sus allegados.
Aparte de la gestión de la emergencia, también se habla, y no poco, del origen del fuego y de la vía judicial en curso. De nuevo son los profesionales, en este caso de las leyes, quienes deben seguir con su labor. Ahora bien, una será la causa del origen del fuego y otra la de que se propague y convierta en un incendio. Se han hecho muchas referencias al paisaje picassiano de Horta de Sant Joan. Pero en los cuadros encontraremos bancales cultivados, rebaños de ovejas, pastores, gente que trabajaba en el bosque. En definitiva, «un territorio vivo, un paisaje sin cenizas».
La sociedad se ha acordado deHaití cuando le ha sobrevenido una nueva tragedia. Por desgracia, y como denuncian los agentes forestales, solo nos acordamos de los bosques cuando se queman. Cuando analizamos un gran incendio, la causa de la ignición es importante, pero circunstancial. Lo relevante es la causa de la propagación. Es inocente pensar que siempre podremos evitar todas las igniciones. No es el caso de este incendio, pero los rayos son una causa natural, y siempre habrá otras accidentales.
Se hacen esfuerzos muy notorios para reducir el número de igniciones y la vulnerabilidad del territorio. Pero falta una apuesta más decidida por parte de la sociedad para mantener el territorio vivo, aquel que se adapta a la perturbación del fuego tan propia del clima mediterráneo, el único que nos garantiza la conservación de los valores del paisaje. Si no queremos invertir más recursos en disponer de un territorio capaz de soportar el paso de las llamas, estamos obligándonos a sufrir nuevos grandes incendios en un futuro. En los que siempre habrá profesionales dispuestos a darlo todo para tratar de controlarlos, que se merecen nuestra confianza, respeto, agradecimiento y admiración.
*Jefe del Àrea d’Incendis Forestals i Territori del Centre Tecnològic Forestal de Catalunya.
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