16 julio 2011

RTVE recuerda el éxito del CERI en la reproducción del águila imperial y otras especies

visto en rtve.es

María extiende sus alas y revolotea apenas tres o cuatro metros. Para un profano puede parecer un intento torpe pero, en realidad, supone un enorme avance en la vida de este bello ejemplar de águila imperial, el primero que ha nacido en cautividad en todo el mundo.

Su nombre completo es María Airam, es una hembra y nació hace 70 días en el Centro de Recuperación de Rapaces Ibéricas(CERI) de Sevilleja de la Jara, Toledo, dependiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

El centro está ubicado en una finca de 14 hectáreas, rodeado de un paisaje duro y agreste en la comarca de La Jara, en el límite entre Castilla-La Mancha y Extremadura.

Allí, un equipo de investigadores, liderado por el veterinario Juan Manuel Blanco, ve estos días con satisfacción cómo el polluelo, fruto de casi dos décadas de trabajo, corretea alegremente por las instalaciones del centro, sin absoluta conciencia de que su mera existencia supone un halo de esperanza para su especie, una de las más amenazadas entre las aves rapaces.

Un pollo con buena salud

María Airam nació a las 8:48 horas del 7 de mayo pasado. Los técnicos del CERI vieron con inmensa alegría cómo del huevo fecundado por reproducción in vitro que habían mimado durante 42 días surgía un polluelo de 92,90 gramos de peso.

“María salió del huevo sola, no hubo que ayudarla, lo que indica que tiene muy buena salud”, asegura a RTVE.es Juan Manuel Blanco, veterinario del CERI.

A este centro de Sevilleja de la Jara, dedicado desde 1981 a la recuperación de rapaces, llegan cada año casi 700 animales con graves daños a causa de los tendidos eléctricos, los venenos y otras causas. El equipo del centro intenta curarlos y en torno a un 45% son devueltos a la naturaleza.

Pero aquellos que no tienen condiciones suficientes para sobrevivir en el medio se quedan en las instalaciones y muchos de ellos permiten llevar a cabo programas de reproducción de cría en cautividad. Es el caso de los padres biológicos de María, que llegaron al centro con graves heridas causadas por electrocución.

“El problema es que el semen de los machos de águila imperial tiene muy mala calidad por los niveles tan altos de estrés que sufren”, afirma Blanco. Por eso, buena parte del trabajo de estos años ha sido de ensayo/error, realizando pruebas que redujeran ese estrés que les provoca la cautividad.

Un ejemplo: esta especie no hace nidos más que en árboles vivos, algo que los técnicos tardaron en descubrir y que les ha permitido mejorar los resultados.

Incubada por águilas reales

La madre de María fue inseminada artificialmente y puso tres huevos, de los cuales uno era fértil. “Inmediatamente se lo retiramos a la madre y se lo dejamos a una pareja de águilas reales para que lo incubara”, afirma el veterinario.

El hecho es que no había ninguna certeza de que la madre biológica fuera a realizar la incubación de modo correcto y en el centro hay parejas de águilas que ya han probado que saben hacer bien este trabajo.

Poco antes de eclosionar, el huevo fue retirado y depositado en una incubadora, el lugar donde María vio la luz. “Es como un parto, el momento más duro y difícil; todos los errores que hayas podido cometer durante la incubación salen durante la eclosión”, asegura Juan Manuel Blanco, quien recuerda que hace años llegaron a rozar el éxito, pero el huevo fértil de águila imperial que habían logrado no llegó a eclosionar.

Desde entonces, el polluelo no ha hecho más que crecer a un ritmo vertiginoso. Hoy, con 70 días de vida, María pesa ya 3,700 kilos y prácticamente ha alcanzado su tamaño de adulto. Pronto volará aunque todavía se desplaza con pequeños saltos que cada vez alcanzan mayor londitud.

“Las rapaces tienen un crecimiento rapidísimo; no sólo físico, también mental. Ahora, y hasta los 140 días, está en el inicio de la pubertad, que mantendrá hasta los dos años, cuando ya empiece a estar en condiciones de reproducirse”, asegura el veterinario.

Vivirá en cautividad

Juan Manuel Blanco mantiene una relación especial con el pollo, que come de su mano cuatro veces al día, “conejo y rata recién muertos, para que no se alteren sus vitaminas”. El especialista crea así un vínculo especial con este animal, que está destinado a permanecer en cautividad el resto de sus días.

“En la naturaleza, un individuo más no supone nada estadísticamente. Si a eso le unes que el 80% de las águilas mueren antes de los cinco años, por electrocución, venenos y otras causas, sería como enviarla al matadero cuando en cautividad sirve para muchísimo más”, apunta Blanco.

Los técnicos del CERI esperan que en torno a los dos o tres años, María pueda poner huevos fértiles. Entonces sí, serán sus descendientes los que incrementen el mengüado censo de esta especie, 283 parejas en todo el mundo, todas en la Península Ibérica y la inmensa mayoría en España, donde se conformaron como especie tras la última glaciación gracias al conejo ibérico, su principal fuente de alimento.

Una cadena de éxitos

La reproducción en cautividad del águila imperial no es el primer éxito que logran los técnicos del CERI. En 2003 fueron pioneros en lograr reproducir el águila perdicera y también han conseguido esta hazaña con el halcón de Leonor.

Un camino que, pese a los resultados, está falto de reconocimiento y escaso de medios. “Hay gente que piensa que los programas de cría en cautividad nadan en la abundancia y eso es una rigurosa mentira –dice Blanco-; aquí hemos trabajado con poquitos medios, haciendo el trabajo de reproducción en ratos libres, a la 1 de la mañana”.

El objetivo ahora es que la repercusión que está teniendo el nacimiento de María pueda permitir a este equipo contar con más medios y aportar un poco más de esperanza a especies tan amenazadas como las rapaces ibéricas.

El hombre y la tierra - El águila imperial, una especie en peligro crítico de extinción, por Félix Rodríguez de la Fuente

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