22 julio 2011

Los incendios forestales, principal causa de erosión y destrucción del suelo del norte de España

visto en agenciasinc.es

Investigadores del Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (Indurot) de la Universidad de Oviedo han analizado la erosión en ciertas zonas de la cordillera cantábrica y su relación con los incendios forestales. Los expertos concluyen que los fuegos que se producen de forma recurrente en Asturias -casi siempre relacionados con la actividad humana- son una de las principales causas de destrucción del suelo de esta región.

En contra de lo que puede pensarse, el noroeste de España está altamente influenciado por los incendios forestales, sólo que la problemática es diferente a la que se da en la región mediterránea de nuestro país”, explica a SINC Cristina Santín, investigadora de la Universidad de Oviedo y coautora del estudio que ha publicado recientemente la revista Catena.

Al comparar la erosión en zonas montañosas del Occidente de Asturias afectadas por los incendios forestales con otras que lo están menos, los investigadores descubrieron que los incendios, combinados con las fuertes pendientes de la zona, son “las principales causas de erosión y destrucción del suelo en la región, con las consecuencias medioambientales que ello implica”, destaca Santín.

La investigación, que ha formado parte de un proyecto de la Fundación para el Fomento en Asturias de la Investigación Científica Aplicada y la Tecnología (FICYT), se ha centrado en los incendios que, aunque históricamente menos intensos, han afectado “seriamente” a la región Atlántica de España para entender sus efectos actuales y predecir sus incidencias futuras.

El grupo de investigación analizó las alteraciones que causan los incendios forestales en la acumulación del carbono orgánico en los suelos. Este elemento, componente principal de la materia orgánica, desempeña un papel clave en la fertilidad del suelo, en la retención de agua y en la resistencia a la erosión.

Los científicos estudiaron los compuestos orgánicos de los suelos más estables, como los compuestos quemados recalcitrantes, “que pueden permanecer en el suelo durante siglos, actuando así como sumideros de carbono a largo plazo”. Se centraron en una cuenca hidrográfica altamente afectada por incendios forestales en la Cordillera Cantábrica, Combo, y la compararon con la Reserva de la Biosfera de Muniellos, una cuenca cercana muy poco afectada.

La quema de rastrojos y la transformación del bosque en matorral mediante “prácticas incendiarias” hacen que “las zonas de matorral acumulen más carbono en los suelos que las de bosque”, observa la investigadora. “No obstante, al contrario de lo que podría esperarse, el carbono orgánico en los suelos afectados por incendios se encuentra en materiales más frescos (aportes más recientes), con lo cual son más fácilmente degradables”, puntualiza Santín.

A esto se añade que no se encontró carbono recalcitrante estable, producto de los incendios en todos los suelos quemados. Los científicos relacionaron la ausencia de acumulación de materia orgánica quemada en la zona de estudio con los procesos de erosión y pérdida de suelo post-incendio.

Suelos que “secuestran” dióxido de carbono

Los suelos son importantes sumideros de carbono a escala planetaria. Tienen la capacidad de retenerlo y evitar que se libere como CO2 a la atmósfera. Este fenómeno de “secuestro” de carbono cobra cada vez más importancia, en la actualidad, al estar directamente relacionado con el cambio climático global.

Según los investigadores, el papel de los incendios forestales en la acumulación de carbono en el suelo es controvertido. Santín y el resto del equipo estudian ahora si los incendios forestales aumentan o disminuyen la capacidad de los suelos como sumideros de carbono atmosférico. “Clarificar el efecto de los incendios en los suelos es de vital importancia, ya que el aumento de temperaturas previsto para los próximos años contribuirá a aumentar su frecuencia y muy probablemente también su intensidad”, apunta la investigadora.

Los incendios forestales son un factor de alteración común en los ecosistemas mediterráneos, que en los últimos 20 años, han perdido más de cuatro millones de hectáreas. Este estudio confirma que la zona atlántica tampoco está libre de sus efectos.

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