07 febrero 2012

Mercado internacional multimillonario con bonos forestales

visto en lainformacion.com


Simeon Tegel, Lima (Perú) | GlobalPost
Los negociadores internacionales están ultimando una nueva solución para combatir el cambio climático y salvar los bosques que quedan en el mundo.

Un 20 por ciento de todas las emisiones de gases invernadero se producen por la deforestación, especialmente en la frondosa franja verde de selva tropical que circunda el planeta. Eso es más que lo que produce todo el transporte mundial.

Así que representantes de los estados que participan en las negociaciones climáticas de la ONU están intentando negociar una manera de hacer que sea más rentable proteger a los bosques que destruirlos.

Dando dinero por mantener los bosques sanos, los políticos esperan terminar con la necesidad económica de los países pobres o de los ciudadanos de talar árboles para lograr madera, para lograr tierras de cultivo o para hacer hueco a carreteras, viviendas y otras infraestructuras.

La idea conocida como “Reducción de emisiones por deforestación y degradación” (REDD por sus siglas en inglés) se incluirá en el sucesor del protocolo de Kioto, que ahora es el único tratado internacional para afrontar el cambio climático.

El nuevo tratado debería de estar finalizado en 2015, para entrar en efecto en 2020.

El plan establecería un mercado internacional multimillonario, en el que las compañías podrían comerciar con “créditos” o bonos forestales que equivaldrían a una tonelada de carbono no emitida a la atmósfera.

Las empresas comprarían créditos para compensar sus propias emisiones, para cumplir las leyes anti contaminación en sus países.

“REDD tiene un enorme potencial como solución climática”, asegura Toby Janson-Smith, director del programa del clima del Centro de Liderazgo Medioambiental en Negocios de la organización Conservación Internacional.

Una razón de su popularidad: tiene lógica económica.

Cuesta entre 2 y 4 dólares evitar que una tonelada de “carbono forestal” entre en la atmósfera. El precio por capturar la misma cantidad de carbono de una central térmica de carbón ronda entre los 75 y los 115 dólares.

También se espera que REDD impulse todo tipo de negocios respetuosos con los bosques en las comunidades locales, desde el ecoturismo hasta el cultivo sostenible de árboles para madera, frutos secos y otros productos.

Pero también hay grandes preocupaciones: entre ellas establecer garantías aceptadas internacionalmente para mantener la credibilidad de este “commodity” nuevo y abstracto y evitar que las empresas se aprovechen de lagunas en el plan.

Los defensores de los derechos humanos también quieren proteger los derechos de los millones de personas pobres que viven en los bosques de todo el mundo.

Cerrar los resquicios

Una de las preguntas clave es: ¿Cómo se cuantifican las emisiones de carbono que se podrían evitar para salvar un trozo de bosque?

Para hacerlo se tienen que establecer unas líneas de base con los bosques existentes y su “densidad de carbono”, usando para ello diversos métodos, incluidas imágenes satelitales y un arduo proceso de medida sobre el terreno.

Después viene la parte difícil: cuantificar cuánto bosque podría haber desaparecido por completo o degradado notablemente si no fuese por la protección de REDD.

En la última ronda de negociaciones sobre el clima de la ONU en Durban el pasado diciembre se abrió la puerta para que los países utilicen la deforestación proyectada (y no la deforestación histórica) para hacer sus cálculos.

Los ecologistas temen ahora que las naciones exageren la deforestación proyectada para intentar lograr más dinero REDD y evitar tener que reducir de verdad la deforestación.

“Al final podríamos acabar premiando a países por aumentar sus emisiones”, se lamenta Susanne Breitkopf, experta en políticas climáticas de Greenpeace Internacional.

Derechos indígenas

Otra fuente de polémica es el papel de las comunidades forestales, a menudo indígenas que llevan viviendo en los mismos bosques desde hace siglos.

Muchos se temen que REDD podría desencadenar una nueva lucha por hacerse con las tierras a sus expensas. Mientras tanto, algunos de los principales bancos de inversión del mundo (incluyendo algunos de los implicados en la crisis de crédito del 2008) se podrían beneficiar del comercio con los nuevos bonos de carbono.

Este temor se ha agravado ante la prisa a lanzar proyectos privados beneficiados por REDD en bosques en países en desarrollo, anticipándose en parte al tratado de 2015.

Aún así, muchos grupos ecologistas y de derechos humanos han cambiado su oposición inicial a REDD por un lugar en la mesa de negociación, para asegurarse de que se aplica con las suficientes garantías. La “ideología” ha desaparecido de las posiciones de los ecologistas respecto a REDD, dice Janson-Smith.

¿Demasiado poco o demasiado tarde?

Salvar los bosques del mundo tendrá otros enormes beneficios.

Los bosques tropicales cubren sólo el 2 por ciento de la superficie terrestre, pero acogen a la mitad de la flora y fauna mundial. La sociedad moderna utiliza muchas de esas especies para todo tipo de productos, desde tratamientos para el cáncer hasta cosméticos y, por supuesto, alimentos.

Pero el calendario del nuevo tratado, que no entrará en vigor en ocho años, preocupa a muchos científicos, que creen que las emisiones deben de ser reducidas de inmediato.

A medida que los efectos de la crisis climática van aumentando, desde Nueva Orleans hasta Bangladesh, ¿será capaz REDD y el nuevo tratado de la ONU de trabajar lo suficientemente rápido para evitar lo peor?

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