26 enero 2012

Sabinares albares, testigos del pasado

Un artículo de Agencia Sinc


Enraizados en la cultura rural tradicional española, las sabinas albares (Juniperus thurifera) han resistido el paso del tiempo y los cambios térmicos para ocupar en la actualidad amplias superficies de España. A pesar de haber sufrido los cambios estructurales del campo español a finales de los ’50 y la dificultad para regenerarse, los sabinares albares, relictos testimoniales de los bosques esteparios pre-glaciares, logran sobrevivir.

La gran extensión de estos bosques centenarios en territorio español es la principal característica de los sabinares albares, que se encuentran sobre todo en las zonas más frías entre los 700 y 1.800 metros de altitud, aunque algunas poblaciones pueden localizarse a partir de los 140 metros.

“Las sabinas aprovechan las condiciones de intenso frío creadas por las frecuentes inversiones térmicas que se producen en los sectores sobre los que se instalan, y que les permite competir ventajosamente con especies más sensibles al frío como el pino carrasco (Pinus halepensis) y la sabina mora (Juniperus phoenicia subsp. phoenicia)”, señala a SINC Juan Carlos Guerra Velasco, investigador en el departamento de Geografía de la Universidad de Valladolid.
Pero su capacidad de sobrevivir a las bajas temperaturas invernales y a las sequías estivales actuales se debe a su herencia esteparia. “Muchas de estas masas forestales tienen un carácter relicto, y son indicadores de condiciones fitoclimáticas pasadas en las que esta conífera competiría favorablemente frente a otros taxones”, asegura Guerra Velasco.

Los bosques de sabina representan el testimonio de un paisaje vegetal de hace miles de años. Por esta razón, sus principales masas arbóreas se encuentran en zonas con un duro clima continental.


Sin ganado no hay sabinas
Sin embargo, a pesar de que ahora su estado de conservación es bueno, “hay excepciones”, recalca el científico. “La disminución de la carga ganadera que soportaban ha provocado que las masas de sabina albar se hayan reconstruido estructuralmente”, manifiesta.

La razón es simple. Las explotaciones de ganado doméstico en el pasado impedían la entrada a los sabinares de especies más competitivas y más “palatables”. Por ello, “hasta hace unos cincuenta años, los sabinares se habían mantenido en masas monoespecíficas controlados por la ganadería extensiva y limitados a áreas de baja productividad o a los espacios entre cultivos”, señala a SINC Lucía De Soto, investigadora postdoctoral en el Centro de Ecología Funcional de la Universidad de Coimbra (Portugal).

Pero en la actualidad, como el pastoreo tradicional se ha reducido de forma considerable, otras especies arbóreas han ido colonizando muchos de los sabinares, que “ahora ya no se componen únicamente de sabina albar, sino de varias especies arbóreas”, apunta a SINC Daniel Montesinos, también investigador postdoctoral en el Centro de Ecología Funcional de la Universidad de Coimbra (Portugal).

A esto se añade la existencia de muchos “bosques nuevos” que evolucionan hacia condiciones de madurez y estabilidad, aunque su germinación y lento crecimiento a veces lo impidan. El abandono de muchos pequeños cultivos ha permitido así “el establecimiento y expansión de la sabina en estos antiguos campos”, indica Montesinos.

Con este cambio en el uso del suelo, los científicos subrayan que los sabinares podrían incrementar su superficie pero en coexistencia con otras especies. “Mantenerlos como los conocemos en la actualidad supondría la recuperación de la ganadería extensiva”, explica el investigador postdoctoral.


La reconquista de la sabina
Antiguamente, la madera de la sabina albar era utilizada para la construcción y para alimentar al ganado, sobre todo en las zonas demográficamente más deprimidas, como Albacete, Guadalajara, cuenca, Teruel, Soria, Segovia y Burgos. Pero este uso de la madera “provocó que se perdieran las sabinas de mayor tamaño y edad, y que la superficie y densidad de los sabinares resultara drásticamente reducida”, certifica De Soto.

Estas pérdidas se suman a la muy baja tasa de germinación y a un crecimiento muy lento, por lo que “no es una especie propicia para realizar grandes proyectos de reforestación”, recalca la investigadora. Esta es una de las razones por las que, en ocasiones, requieren de planes de gestión para su conservación y la regeneración de masas de sabinar envejecidas y defoliadas.

Además, el abandono de usos tradicionales y el aumento de las temperaturas ha facilitado también el crecimiento de especies especies de sotobosque competidoras que están afectando seriamente la supervivencia de algunos sabinares. Pero la remoción de este sotobosque por medios mecánicos (desbroce) está mejorando las sabinas tratadas, que están rápidamente recuperándose y están brotando nuevas hojas a gran velocidad”, anuncia Montesinos.

Para que los sabinares albares mantengan su estatus de relictos del pasado en el futuro sus usos tienen que cambiar. Ahora se extraen muy pocos pies de sabina albar para leña y construcción tradicional, y entre sus aprovechamientos forestales actuales destacan su uso cinegético, recreativo y educativo. Sin olvidar su principal función: albergar una gran diversidad de flora y fauna a través del tiempo.

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