25 junio 2012

Los bosques del planeta y la cumbre de Río

visto en levante-emv.com

20/06/2012

Los pasados cinco años se han caracterizado por una serie de graves y repentinas crisis de naturaleza financiera, económica o política que han requerido completamente la atención pública en detrimento de los problemas de un mayor largo plazo. La Conferencia de Rio+20, que tiene lugar desde hoy hasta el próximo viernes, es una oportunidad única para los responsables políticos para reflexionar sobre el futuro que aspiramos capaz de abordar los principales retos que la humanidad afrontará en las próximas décadas. La Conferencia está centrada alrededor de siete grandes temas: empleo, energía, alimentación, agua, océanos y desastres todos ellos de naturaleza transversal y de gran relevancia para el desarrollo sostenible.

Pese a haber estado en el centro del debate en la anterior cumbre de 1992, los bosques aparentemente están ausentes del debate de Río aunque en realidad no sea así. Los bosques contribuyen a la lucha contra la pobreza, al desarrollo rural, a la creación de empleos verdes, energía renovable y seguridad energética, adaptación y mitigación del cambio climático, regulación del ciclo hídrico, protección del suelo, preservación de la biodiversidad, construcción sostenible solo para nombrar unos pocos, jugando por ello un papel clave en la mayoría de los temas identificados para la conferencia. Los bosques por sí solos no van a solucionar todos estos retos, pero sin ellos pocos se pueden abordar con mínimas probabilidades de éxito.

Aunque el sector forestal contribuya solo modestamente a la economía global (1,5%), constituye la columna vertebral del desarrollo endógeno en las zonas más desfavorecidas sean por su ubicación remota, inaccesibilidad, montañosidad, climas extremos o suelos pobres. La actividad forestal se convierte así en el último factor de desarrollo para estas áreas. Su contribución en términos de cohesión territorial está altamente infraestimada obviándose que en una gran proporción del territorio de los países y a escala global del planeta los bosques constituyen un elemento crucial e insustituible de la economía. Debido a grandes disparidades de densidad de población este hecho es inconmensurable a la modesta contribución al PIB.

Pero para obtener una imagen completa, el PIB es un indicador muy limitado dado que no incluye los servicios ambientales como la protección del suelo, agua, biodiversidad o la lucha contra el cambio climático. Si nos limitásemos a ver los bosques desde la perspectiva del PIB obviaríamos su función como infraestructura verde. Un reto del debate ambiental y social es aceptar las limitaciones del PIB para complementarlo con otros indicadores que permitan capturar los restantes elementos que acaban conformando el desarrollo humano.

Existen tres grandes retos interrelacionados que la humanidad afronta actualmente: la creciente demanda de energía, la amenaza del cambio climático y la seguridad alimentaria. Ninguno de estos retos se puede abordar aisladamente. El agotamiento del petróleo y las consecuencias de su intenso uso durante las pasadas décadas ha provocado el fenómeno del cambio climático, cuyas consecuencias pueden ser desastrosas si no se toman de forma inminente acciones decisivas tanto en la mitigación como adaptación al mismo.

Paralelamente al aumento de la población mundial —aunque ralentizado— pero especialmente, el aumento del nivel de vida en los países emergentes, ha aumentado vertiginosamente la demanda de energía, alimentos (proteína animal) y materas primas.

La respuesta se encuentra en ajustar los usos de la tierra, restaurando las tierras degradadas y optimizando la agricultura y gestión. Debido a la limitación de la tierra disponible, las diferentes demandas sean ambientales (protección del agua, suelo, biodiversidad, cambio climático) o de uso material (energía, alimentación, madera) han de integrarse superando enfoques desintegradores del pasado basados en una débil cooperación interinstitucional y lógicas de lucha de poder. Debemos recordar que el 9% de la producción global de energía procede de los bosques. En paralelo, el desarrollo tecnológico debe ser impulsado con el objetivo de conseguir un uso óptimo de la materia prima obtenible de la agricultura y el bosque —especialmente madera— lo que se conoce como uso en cascada considerando el valor añadido, empleo, balance de carbono y ciclo de vida. El uso energético debe ser emplazado al final de la cadena de valor o para subproductos sin otro uso. Modelos agroforestales así como plantaciones energéticas intensivas en suelos de bajo interés agronómico pueden constituir alternativas altamente interesantes.

Los bosques son claves en la lucha contra el cambio climático, dado que almacenan actualmente tanto carbono como el existente en la totalidad de la atmósfera. En la gestión del carbono que constituye tres cuartas partes de los gases de efecto invernadero existen tres elementos fundamentales: las emisiones procedentes de combustibles fósiles, la vegetación —especialmente los bosques— y los océanos. Actualmente solo se puede actuar sobre los dos primeros. Combatir el cambio climático requiere actuar en ambos en paralelo, si bien conviene recordar que reducir —y revertir— las emisiones procedentes de la deforestación y degradación forestal —concepto de REDD— mediante la restauración forestal a escala de paisaje es la más económica de todas las alternativas además de caracterizarse por considerables cobeneficios sociales y ambientales.

Las ciudades constituyen grandes consumidores de energía, especialmente en los edificios dado el elevado consumo energético en la obtención y fabricación de cemento y hierro junto al posterior consumo por baja eficacia en términos de aislamiento. La tendencia hacia materiales de construcción de origen biológico como madera, bambú o corcho constituye a largo plazo la aportación más eficaz de los bosques a la lucha contra el cambio climático. La construcción sostenible es solo la avanzadilla de nuevos biomateriales emergentes realizados en buena medida de madera como bio-plásticos, materiales de embalaje para alimentos, papel inteligente, biocombustibles, etcétera.

El agua se convertirá sin duda en un recurso limitado para un número creciente de países. Los bosques son clave para regular el ciclo hidrológico, especialmente en términos cualitativos. Los manglares —formación de bosque costero en países tropicales— han demostrado su insuperable capacidad de proteger las zonas costeras ante tsunamis a la vez de sostener ricos ecosistemas altamente productivos de marisco y pescado contribuyendo por ello al sustento de las poblaciones. Finalmente, los bosques prevén elementos catastróficos como las inundaciones, corrimientos de laderas, desprendimientos o aludes. Los efectos de grandes incendios se ven contenidos en zonas con gestión forestal y ordenación territorial que evite continuidades horizontales de biomasa.

Pese a todo lo expuesto, la principal contribución que el mundo forestal puede aportar a la cumbre de Río+20 es el legado cultural acumulado en la implementación práctica de la sostenibilidad. Definida hace 300 años por Carlowitz como el concepto teórico necesario para superar el agotamiento de los recursos forestales en la Europa del siglo XVIII, el mundo forestal está mucho más avanzado que cualquier otro sector en su implementación, especialmente en la integración de las tres dimensiones de la sostenibilidad (ambiental, social y económica). Confiemos que los líderes mundiales inspirados por el liderazgo de Brasil sean capaces de impulsar la agenda de Río+20 prestando la atención que se merecen los retos acuciantes que no podemos ni debemos obviar.

Eduardo Rojas Subdirector general y responsable del Departamento forestal de la FAO

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