16 mayo 2012

La presencia del lince fuera de los dominios andaluces

foto de Fontana, una hembra nacida en 2009 en el seno de la población lincera de Andújar-Cardeña. Fuente: JCCM



visto en elpais.com


Esther Sánchez Madrid 16 mayo 2012
El lince ibérico, en peligro crítico de extinción, se atreve poco a poco a dar algún paso fuera de sus refugios andaluces de Doñana y Andújar, para adentrarse en otros parajes peninsulares. El 19 de abril una cámara captó una instantánea de un ejemplar en el sur de Ciudad Real. Era Fontana, nacida en 2009 en Andújar-Cardeña, de la que no se tenía registro fotográfico desde 2010. Se fichó a la joven hembra cuando se acercó a un tronco impregnado en orina de lince, un atrayente que se emplea para atraer al esquivo felino ante las cámaras instaladas para el seguimiento de la especie.

No es la primera vez que se detecta la especie en Castilla-La Mancha. En 2008 apareció por los montes de Toledo. Entonces se llegó a hablar de que existían, al menos, 15 ejemplares con tres territorios de cría. Sin embargo, ahora la información oficial apunta a que son ejemplares dispersos por lo que es imposible saber su número. Esta Comunidad se encuentra inmersa en dos proyectos para recuperar el hábitat del lince y su distribución histórica.

Un estudio realizado por el naturalista Luis Garzón (de la Fundación CBD-Hábitat) durante varios años también ha detectado la presencia de los felinos en Extremadura y Castilla y León, en una amplia comarca del norte de Cáceres y sur de Salamanca, que asciende desde el valle del Tajo por el valle del Tiétar hacia la Vera y el valle del Jerte, pasa por la sierra de Tormantos, rebasa Béjar y continúa por los valles del Alagón y el Ambroz hasta Granadilla. Los investigadores estiman que por estos terrenos, de más de un millón de hectáreas, campean un mínimo de entre 30 y 50 ejemplares. Son poblaciones dispersas que no están sometidas al control de los linces que viven en Andalucía, donde en 2011 se contabilizaron 300 en estado salvaje y 96 en los centros de cría en cautividad.

El naturalista y su equipo han entrevistado a agricultores, ganaderos, cazadores y pastores; han localizado huellas y deyecciones, además de realizar escuchas nocturnas en las épocas de celo del animal, de diciembre a febrero. “La presencia de la especie en estos lugares aumenta en gran medida las posibilidades de recuperar la distribución que tenía antes de que empezara su declive”, indica Garzón. Pero hay que tomar medidas como mantener los pastizales, controlar la utilización de herbicidas en los cultivos, prohibir la caza del conejo o estudiar la forma en la que las nuevas infraestructuras puedan dañar menos a la especie, entre otras.

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