Decir que un olmo está dotado de cierta
inteligencia sería
mucho decir, pero sí puede asegurarse que atesora aquel instinto que lo
ha conducido a preservar su especie con cierto ingenio. Un estudio
desarrollado en la
Universidad Politécnica de Madrid (UPM) por Ramón Perea, Martin Venturas y Luis Gil, profesores e investigadores de la
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes,
concluye que los olmos producen frutos sin semilla que ayudan a engañar
a la fauna, logrando así salvar muchas de sus semillas viables.
Esta especie vegetal es capaz de producir una ingente cantidad de
frutos (sámaras) que no contienen semillas. Además
estos frutos vacíos
permanecen en el árbol por más tiempo que los llenos. Esta estrategia
supone que los animales granívoros, como jilgueros, verderones, o
picogordos, tengan que invertir más tiempo y energía en encontrar un
fruto con simiente.
Cada árbol y cada ramillo presentan una gran variación en la
proporción de frutos sin semilla, que varía también según los años. Esta
imprevisibilidad aumenta la dificultad de localizar semillas llenas y,
por tanto,
disminuye la eficiencia de aves y roedores a la hora de
consumirlas. Todo ello se debe a una evolución de miles de años de
competición en que los olmos y los consumidores de sus frutos juegan a
demostrar quién es más
listo.
Los autores del estudio, que forman parte del
Departamento de
Silvopascicultura de la UPM, califican de “asombrosa originalidad y de
gran eficiencia” los mecanismos que este árbol emplea para extender su
prole.
“Al contrario que otras especies vegetales que han desarrollado
estructuras costosas que dificultan la accesibilidad a los animales (por
ejemplo, frutos con espinas o con cáscaras endurecidas),
la estrategia
del olmo podría ser la de producir frutos sin grano (poco costosos) y
mantenerlos en el árbol durante toda la época de dispersión”.
El caso del olmo es un caso particular porque sus semillas están
adaptadas a la
dispersión por el viento y el agua, no por los animales.
Los
frutos son muy ligeros y están
dotados de unas estructuras que
actúan como
alas, lo que permite que la
semilla vuele por más tiempo en
su caída al suelo o flote en el agua y, en consecuencia, sea desplazada a
mayor distancia. Tales particularidades no impiden que las semillas
sean muy apetecidas por la fauna, aclaran los investigadores. “Y, así,
con la producción de frutos sin semilla (
partenocarpia), este árbol ha
conseguido disminuir el consumo masivo de sus semillas por animales”.
A unos grandes ahorradores como son los individuos de esta especie se
les podría achacar cierto despilfarro al producir frutos que no sirven
para la reproducción. Sin embargo, este derroche energético no es tal.
En la investigación, liderada por Luis Gil y publicada en la revista
Plos One,
se muestra que
el coste energético de producir frutos sin semilla es,
de media, un 54% menor que el de frutos con semilla en términos de
biomasa seca y hasta un 128% menor en términos de nutrientes esenciales
como el nitrógeno. “Estas diferencias permiten explicar por qué es
energéticamente rentable para el árbol invertir en la producción de
frutos sin semillas, ya que esta estrategia disuasoria aumenta la
probabilidad de que más semillas viables escapen del fatal consumo por
los animales”.
Vulnerables a la grafiosis
A pesar de todos sus recursos,
los olmos son tremendamente
vulnerables a la grafiosis. Esta enfermedad es un enemigo microscópico,
un hongo propagado por los escarabajos. Se estima que
el 99% de los
ejemplares de gran tamaño de la especie olmo común han sucumbido a la
enfermedad.
Los investigadores recuerdan, sin embargo, ejemplares grandiosos que perviven en Madrid o sus alrededores:
El Pantalones,
en el Real Jardín Botánico de Madrid; un ejemplar en el Parque Quinta
Fuente del Berro; dos en Somontes (Madrid); el de la plaza Mayor de
Guadarrama; uno en Nuevo Baztán, y el
Olmo de los Milagros, de
Cubas de la Sagra. Pero cabe señalar que estos ejemplares no son
resistentes a la enfermedad, ya que cuando se han inoculado clones
propagados de ellos presentaban elevados niveles de marchitamiento.
La recuperación de las olmedas de olmo común podría realizarse en un
futuro con los siete clones resistentes obtenidos en el marco del
Programa Español del Olmo (UPM- Ministerio de Agricultura, Alimentación y
Medio Ambiente), apuntan los investigadores. Al referirse a esta
cuestión, destacan la olmeda del monte de Valdelatas, una de las mejores
conservadas de España. Esta olmeda está constituida por ejemplares de
olmo blanco europeo (
Ulmus laevis Pallas), especie que es muy
vulnerable a esta enfermedad, pero que raramente es infectada debido a
las preferencias alimenticias de los escarabajos que la transmiten, que
prefieren el olmo común (
Ulmus minor Mill.). Es decir, estos ejemplares de
Ulmus laevis no son resistentes a la enfermedad, sino que sobreviven por un
efecto escape.
El régimen de propiedad y los aprovechamientos de este monte son, para
los investigadores, los principales factores que han permitido que la
olmeda se haya preservado tan cerca de la capital. “El bosque de
Valdelatas inicialmente fue un cazadero real y posteriormente fue
catalogado como un
monte de utilidad pública debido al aprovechamiento
tradicional de leñas que realizaban en él los vecinos de Fuencarral y
Alcobendas. Por ello, fue incluido en la Clasificación General de Montes
Públicos en 1859 y fue
exceptuado de la desamortización en 1864. De
esta manera,
este monte se ha salvado de la transformación agraria y
urbanística. Más recientemente, pese a la desaparición de los
afloramientos de agua y el descenso de los niveles freáticos debido a la
sobreexplotación del acuífero de Madrid, esta olmeda se ha mantenido
gracias al aporte constante de agua por parte de dos estaciones
depuradoras de aguas residuales”.
Entre las otras olmedas que han sido objeto de su estudio, los
investigadores destacan el interés de los olmos blancos de Quitapesares
(Palazuelos de Eresma), aunque tras la entrada de la grafiosis casi no
quedan olmedas de olmo común (
Ulmus minor) con árboles de gran
tamaño. “La mayoría están formadas por rebrotes de cepa que cuando
alcanzan cierto tamaño sucumben a la enfermedad”, afirman. “Aun así, hay
una olmeda en Rivas-Vaciamadrid (Madrid) que, pese a estar constituida
por genotipos susceptibles a la enfermedad, mantiene un número
considerable de ejemplares maduros. En cuanto al
olmo de montaña (
Ulmus glabra Huds.),
cabe mencionar que quedan numerosas poblaciones, aunque esta especie no
forma olmedas sino que suele ser una especie acompañante en bosques
mixtos”.
Las tres especies de olmos autóctonas en la península Ibérica son
especialmente vulnerables al estrés hídrico.
El cambio climático es una
sombra más que amenaza la pervivencia de estos árboles emblemáticos. Los
períodos de sequía más acusados y prolongados que prevén los modelos de
cambio climático para la Península no auguran nada bueno y podrían
comprometer la supervivencia de sus poblaciones.
Pero también hay otros motivos de lamento. “La mayoría de los bosques
que ocupaban las riberas y llanuras de inundación de los ríos han sido
transformados en pastos, tierras de cultivo, campos de golf o
urbanizaciones, o se han visto afectados por la industria extractiva de
áridos o por el control hidrológico de los ríos. Es, por ello, que
el
mayor riesgo para estas especies es la transformación del medio por
parte de las actividades humanas y no el cambio climático”.
PEREA, R.; VENTURAS, M.; GIL, L. “
Empty seeds are not always bad:
Simultaneous effect of seed emptiness and masting on animal seed
predation”.
Plos One 8(6): e65573. 2013.
Fuente:
UPM